Las últimas carreras en el Autòdrom

Salvador Paretas, en el Autòdrom en 1955

La vida del Autòdrom Terramar como circuito fue intensa y emocionante, pero corta. Construido en sólo diez meses e inaugurado en 1923 como un elemento complementario a la ciudad – jardín Terramar, el circuito acogió el Gran Premio de España de automóviles y fue también escenario de diversas competiciones del flamante mundo del motor: además de coches en diferentes categorías de cilindros, rodaron también motos, voiturettes y autociclos. Años después, lo harían bicicletas e incluso una avioneta.

Pero la intensidad del calendario de los primeros compases de su historia no pudo mantenerse mucho tiempo por diversas razones, tanto las características de la pista como problemas económicos de la sociedad promotora. En los años siguientes, en el Autòdrom se siguieron realizando competiciones del motor, pero la mayoría fueron de motos y cada vez más esporádicas. Así mismo, el circuito cambió de propietarios en varias ocasiones. Las dos últimas fueron Margarita de Udaeta (en 1952) y Maria Teresa Lloret (en 1956). De estos años también datan las últimas competiciones en la pista del circuito.

Las bicicletas y las motos fueron las protagonistas de estas últimas carreras –en 1954, 55 y 56–, así como una singular competición entre dos coches último modelo. Las carreras de velocidad de automóviles ya hacía tiempo que se habían dejado de hacer, ya que los pronunciados peraltes de las dos curvas suponían un elevado riesgo para la seguridad de los vehículos, los conductores y el propio público.

Estos tres últimos años de actividad en el Autòdrom tuvieron un impacto notable, ya que el circuito fue escenario de dos etapas de la Volta Ciclista a Catalunya. La organización de la prueba designó a una delegación local (en 1954, integrada por gente de Sitges; y en 1956, mixta entre Sitges y Sant Pere de Ribes), que se encargó de los aspectos logísticos, técnicos y sociales. En ambos años, las pruebas resultaron un éxito, según subrayó la organización de la Volta, en manos de la histórica Unió Ciclista de Sants.

Y esta renovada proyección del circuito supuso que entidades, tanto de ámbito catalán como local, pensaran en el equipamiento para promover nuevas pruebas. Así fue como el 22 de mayo de 1955, el Reial Automòbil Club de Catalunya (RACC) situó el Autòdrom como una de las paradas en su Vuelta a Catalunya en Automóvil, que iba de Barcelona a Andorra y volvía por Lleida, Tarragona y el propio Terramar.

Una semana después, la Peña Ciclista Maricel y el Moto Club Sitges, con el patrocinio de Pirelli, organizaron varias pruebas en el Autòdrom, bajo el llamamiento Grandes carreras de velocidad de motos comerciales. En ella tomaron parte varios pilotos de motos, entre ellos el campeón del año 1925, Ignasi Macaya.

La cita incluyó varias carreras: velomotores de 75 centímetros cúbicos, motocicletas de 100, 125, 250, 350 y 500. También se celebró una de motocicletas comerciales de 250 cc y una singular competición entre dos automóviles deportivos de la época: un Mercedes 500 SL y un Ford Thunderbird, dos coupés estrenados en 1954 y 55, respectivamente, y que constituían una atracción sólo el poder contemplarlos parados.

Las motos que compitieron fueron de las marcas Derbi, Montesa, Ossa y Sanglas, entre otras. Se trataba de compañías catalanas, que en esos momentos se encontraban en pleno auge, gracias a la progresiva popularización de las dos ruedas entre amplios segmentos de la población.

Sin que nadie fuera consciente de ello, aquel 29 de mayo de 1955 se vivieron las últimas competiciones del motor en el Autódromo Terramar. Pocos años después, las instalaciones mantendrían vida, pero de actividad agrícola y ganadera, que –pese al contraste con los años de las competiciones– permitió mantener su estructura. Y así hasta que recientemente el circuito ha reanudado su actividad original, en este caso como escenario para marcas y compañías para actividades promocionales.





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