Pionero, efímero, eterno

El Autòdrom Terramar esconde una historia que queremos seguir recordando con el objetivo de hacerla perdurar en el tiempo. Años atrás, a principios del siglo XX, el circuito se convirtió en el centro de una actividad frenética alrededor del mundo del automovilismo. Y es esta actividad deportiva, social y cultural la que queremos recuperar con su proyecto de revitalización.

Un circuito pionero

El Autòdrom Terramar está situado en el término municipal de Sant Pere de Ribes y fue construido el año 1923. Las obras se realizaron en solo 300 días, y los costes fueron de 4 millones de pesetas.

El Autòdrom Terramar se convirtió en una referencia mundial del automovilismo, especialmente cuando se organizó el primer gran premio internacional de la historia de España, una competición equiparable al actual campeonato de Fórmula 1. Es la cuarta pista más antigua del mundo, después de las de Brooklands (1907), Indianapolis (1909) y Monza (1921). Fue el primer circuito que se construyó en España y el tercero de Europa.

Actualmente, el Autòdrom Terramar es el único circuito antiguo oval permanente en el mundo.

Pese a convertirse en un circuito referente en el mundo del motor, los automóviles de competición evolucionaban rápidamente y la pista de seguida quedó obsoleta. No tardaron en llegar las quejas de los pilotos por los elevados peraltes que afectaban a la seguridad del circuito.

Además, la elevada inversión para la construcción del circuito, sumado al escaso público que asistía a las pruebas, hizo que no se pudieran otorgar premios monetarios a los pilotos por sus victorias. La falta de esta recompensa afectó seriamente a la reputación del circuito, al que la clase acomodada barcelonesa pronto fue dejando de asistir. Este descontento general desencadenó una consecuencia que marcaría un punto de inflexión en la historia del circuito: en el año 1925 ya no se realizaban carreras.

En 1929, el Autòdrom volvió a recuperar su actividad. El circuito pasó a manos de Edgar Morawitz y gracias a su inversión se pudieron retomar las carreras, a partir de 1932, con una prueba del campeonato español de motociclismo. Pero el estallido de la Guerra Civil volvió a parar las competiciones y el circuito se convirtió en un campo de instrucción de soldados.

El posicionamiento de Morawitz contra el régimen de Francisco Franco le obligó a abandonar la gestión del Autòdrom, por miedo a las represalias de la dictadura. En aquellos años, los terrenos cambiaron de propietarios en diversas ocasiones, hasta que pasaron a ser una explotación agrícola.

La granja Avimar funcionó hasta los años 80, transformó bastante el Autòdrom, para darle el aspecto que tiene hoy en día. La grada histórica se cerró y se convirtió en una fabrica de piensos. El interior del anillo se plantó con cultivos de viña, trigo y frutales; se creó un sistema de riego con balsas y canales; y se construyeron miles de metros cuadrados de gallineros, de incubadoras, de naves de cerdos y terneras.

Aunque pueda parecer algo lejana de la función original del circuito, la actividad agrícola, finalmente, permitió preservar el sitio de la destrucción. A punto de cumplir los cien años, en Terramar tenemos el circuito ovalo más antiguo del mundo en su estado casi original.

Para saber más acerca de la historia de Terramar, ver:

UN ÉXITO EFÍMERO

AÑOS 1960

Una joya natural y cultural

Con el proyecto de revitalización del Autòdrom, se quiere volver a recuperar el espacio como un punto de encuentro referente en el territorio. De esta forma, se podrá alcanzar un doble objetivo: la difusión de la cultura local y el fomento de un vínculo social. Por esta razón, se habilitarán zonas diferenciadas que acogerán eventos vinculados al mundo del motor, competiciones ecuestres y otras celebraciones que ayudarán a posicionar el Autòdrom de Terramar como un espacio referente para la creación, la inspiración y la celebración de actos culturales que promuevan sus valores inherentes.

En esta línea, la conectividad ecológica del espacio con el entorno también será clave para conservar el Autòdrom como aquello que siempre ha sido: una joya natural y cultural.